responsabilidad colectiva e individual
El cambio climático hoy es parte de las agendas de los Estados, y es abordado desde acuerdos internacionales que se implementan nacionalmente con políticas, planes y otros instrumentos de gestión pública, además de proyectos de inversión que transforman sectores como el transporte, energía, producción, por citar algunos, que si son exitosos transformarán colectiva e individualmente la sociedad que conocemos.
El abordaje del cambio climático fue considerado inicialmente desde una perspectiva ambiental, cuando la ciencia alertó sobre el calentamiento global y sus posibles causas llamando a mitigarlas, lo que derivó en la creación de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC), tratado que establece las obligaciones básicas de unos 196 Estados (o partes) y la Unión Europea para combatir el cambio climático. Esta Convención se firmó en la Cumbre de la Tierra de 1992 y entró en vigor en 1994. Opera a través de un espacio de negociación internacional conocido como Conferencia de las Partes (COP por sus siglas), órgano máximo de la convención para revisar su estado de implementación, proponer, evaluar y aprobar otros instrumentos para avanzar en los acuerdos realizados por los países.
El pasado noviembre del 2021, se celebró la COP26, superando la expectativa de participación a unas 40.000 personas, entre ellos expertos en clima, empresas y activistas que participan en diversos diálogos de ciencia, tecnología, finanzas, innovación y aprendizaje colectivo en tanto los delegados negociadores y jefes de Estado, trabajaban en acordar las bases de un plan de acción coordinado para el cumplimiento de los objetivos fijados en el Acuerdo de París que buscaba mantener el aumento de la temperatura global por debajo de los 2°C y avanzar hacia escenarios climáticos y energéticos que contribuyan a limitarlo a 1,5°C. Para lograrlo, se requiere que los países adopten enfoques ambiciosos en sus compromisos climáticos, conocidos como contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC por sus siglas en inglés). Compromisos que para hacerse efectivos precisan ajustes estructurales importantes en el mundo entero, incluyendo a todos los sectores económicos y sociales.
El cambio climático es un problema global que nos concierne a todos, es cada vez mejor comprendido, aunque no a la velocidad necesaria luego de 25 años de negociaciones internacionales. Por ello es importante y urge socializar los acuerdos, comunicar y formar a la población, para lograr que todos los sectores y personas asumamos nuestro papel en su justa dimensión y alcance para aprender, actuar y generar soluciones, teniendo presente que el diálogo se ha movido además de la mitigación, a la adaptación a los efectos del cambio climático y la pérdida y daños que ocasionará.
Estamos frente a una situación que nos compete a todos porque va más allá de un acuerdo internacional, la gestión de la solución requiere la concertación de la sociedad completa y su participación efectiva en todos los niveles. Urge incidir en el que hacer ciudadano y se precisa traspasar el umbral de la gestión pública a la privada para movilizar a la población a una producción y consumo responsables.
La COP ha evolucionado y va incorporando nuevas dimensiones y temas en su diálogo, entre ellos la agricultura, género, transparencia, financiamiento, océanos, entre otros; esa apertura brinda oportunidades y responsabilidades para que desde nuestro ámbito de intervención, generemos la puesta en los territorios de acciones concretas que implementan medidas escaladas y contextualizadas de un acuerdo internacional que por lejos puede ser el más importante para la viabilidad de nuestra especie en el planeta.
Dicho esto, desde la acción local, y tomando como plataforma una organización de sociedad civil, mostramos que a nuestra escala es posible implementar medidas para la adaptación, desde proyectos que toman la biodiversidad y los servicios ecosistémicos para ayudar a reducir nuestra vulnerabilidad frente a los efectos del cambio climático, aumentado posibilidades de resiliencia a las transformaciones del entorno. Por ello, el trabajo con sectores productivos nos ha permitido aplicar y transferir buenas prácticas productivas y de manejo en territorios seleccionados, articulando con las entidades públicas competentes para desarrollar capacidades técnicas, de información y coordinación que son ejemplo del cómo un acuerdo internacional se convierte en acción local para la adaptación.
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